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Durante miles de años la educación del ser humano ha estado orientada a adquirir destrezas
racionales que de alguna forma asegurarían el bienestar y la felicidad de las personas, no obstante,
cada día somos testigos, ya sea a través de la propia vida o la de otros, de como dicha felicidad no
ha sido tal y más aún, como miles de personas se encuentran sumidas en sentimientos de tristeza
y depresión.
La escuela y la familia son los núcleos básicos de la sociedad encargados de transmitir aquello que
consideramos valioso a los más pequeños, pero se nos ha privado de un aspecto fundamental en
nuestra educación y es el que dice relación con la formación de nuestras emociones, a muy pocos
se nos educó acerca de qué hacer cuando nos sentimos triste, con rabia o felices, la mayoría
aprendió a gestionar estos sentimientos observando qué hacían los adultos de su entorno, los que
muchas veces no otorgaron un ejemplo muy adecuado.
En el año 1990 Salovey y Mayer definieron la inteligencia emocional como la habilidad de manejar
los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los
propios pensamientos y acciones, es necesario que los seres humanos adquiramos competencias
que nos hagan más inteligentes a nivel emocional y de este modo el aprendizaje, las relaciones
con los otros y consigo mismo serán mucho más satisfactorias de lo que hoy son.
Rafael Bisquerra ha señalado que el modelo GROP de la Universidad de Barcelona ha definido
competencias a desarrollar en los niños que son importantes, dichas competencias son: la
conciencia emocional, definida como la capacidad de conocer las propias emociones y las
emociones de los demás, lo cual se logra a través de la observación del propio comportamiento
como el de los otros, la regulación emocional que no debe confundirse con la represión, la
autonomía emocional, lo cual requiere de no verse seriamente afectado por los estímulos del
entorno, lo que necesita de una sana autoestima y autoconfianza, las habilidades
socioemocionales, competencias que facilitan las relaciones con los demás, allí encontramos la
escucha y la capacidad de empatía, las habilidades para la vida y el bienestar, el bienestar
emocional es lo más parecido a la felicidad y este debe construirse con actitudes positivas y
voluntad.
Dicho lo anterior queda clara la importancia de educar las emociones ya que ellas nos brindan
señales fundamentales de los cambios internos y del entorno, los pensamientos que generemos
acerca de nuestras emociones nos permiten preparar nuestro organismo para la mejor respuesta,
así una educación emocional adecuada permite reducir las emociones negativas y aumentar las
positivas, nos permite manejar conflictos, manejar nuestras rabias, frustraciones, automotivarnos,
saber expresar las emociones y tener una actitud positiva ante la vida.
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