¿Por qué es importante manejar las emociones en el contexto familiar?

Emociones y familia
agosto 13, 2020
¿Cómo enfrentar la crianza en cuarentena?
agosto 13, 2020
Las emociones tienen una base biológica, todos los seres humanos las sentimos con mayor o menor intensidad a lo largo de la vida. Para regular las emociones hay mecanismos cognitivos -a través del pensamiento y el lenguaje- y mecanismos corporales – a través del movimiento corporal y los sentidos-. Estos mecanismos pueden darse de manera “espontanea” en muchas personas –a través del desarrollo de un apego seguro con los padres-, sin embargo también se puede aprender a través de la vida.
Los primeros en enseñar a los niños/as acerca de cómo manejar las emociones son los padres, a través de la forma en que contienen a sus hijos/as desde bebés, siendo capaz de “leer” lo que le pasa para satisfacerlos a tiempo. Por ejemplo, distinguiendo entre llanto de dolor o de sueño. Sin embargo, a medida que los niños crecen se complejizan, y a veces los padres no sólo no entienden lo que los niños y niñas están sintiendo, sino que ellos mismos se sienten invadidos por la rabia, cuando no pueden “controlarlos”, acudiendo al maltrato psicológico y físico.
Gestionar bien las emociones es muy importante porque ellas median las relaciones, en particular, en las situaciones de conflicto. Cuando el problema de interacción entre padres e hijos no está bien manejado, puede llevar a desarrollar patrones de relación conflictiva que se cronifican en el tiempo, que a la larga implique distanciarse afectivamente, a pesar del amor que se tengan.
En los preadolescentes la intensidad emocional aumenta, sin tener aún la maduración cognitiva que les permite pensar con claridad. Así, estos conflictos pueden agudizarse y llevar a perturbar a los miembros de la familia, llegando incluso a desarrollar trastorno de salud mental.
¿Cómo prevenirlo? Los padres pueden guiar a los hijos en la regulación emocional, para lo cual también deben ser capaces de autorregularse.
Educar las emociones implica aprender a estar conscientes de las emociones que se sienten, es decir ponerle un nombre; comprender qué las gatilla; y poder expresarlas de una manera regulada. La inhibición o represión de las emociones no es el camino para regularlas, ya que sólo logra acumularlas para luego desbordarse a través de situaciones potencialmente violentas para sí mismo y para los demás.
La expresión regulada de las emociones puede ser a través de una conversación sincera y respetuosa, mediada por la empatía, dentro de la cual se pueda identificar cual es la emoción predominante –ponerle nombre a lo que siente, facilita procesos neurocognitivos que regulan el cerebro-. Luego, en conjunto, identificar cual es la causa aparente, o el gatillante de la emoción, de tal manera de ayudarle entender la conexión entre esa causa y la emoción.
Otras claves serían, estar conscientes del cuerpo, los sentidos y el movimiento corporal. Para eso, algunas ideas para calmar el momento de crisis: pueden hacer respiración consciente -inhala, retiene y exhala por lo menos durante 5 minutos en conjunto con el niño/a; o inflar un globo (imaginario o real)-. Otra idea es que el niño se moje la cara con agua fría –de manera suave, consciente de cómo se siente el agua fría en la cara-. Que se le abrace y mecerlo como cuando era bebé –en el momento de la crisis no se habla para elaborar lo que ocurre, sólo se mece-. En niño/as más grandes, adolescentes y adultos, las recomendaciones son las mismas en situaciones de crisis emocional: realizar respiración consciente, realizar cambios sensoriales o motores como salir a caminar, cambiar de lugar hasta calmarse, y sin importar la edad, siempre estará bien un abrazo, y una conversación que valide la emoción, no cuestione, y exprese aceptación incondicional.

Únete a nuestra comunidad

Escríbenos y se parte de la comunidad Sansan.

    Comments are closed.