Resiliencia:
Una red sostiene más que una cuerda

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Las crisis son muy estresantes, y así como pueden llevar al caos y la destrucción, también pueden ser una oportunidad de desarrollo de nuevos recursos y habilidades. Puede ser la oportunidad de cultivarnos y crecer. Eso es lo que llamamos resiliencia. La resiliencia familiar, según Kotliarenco y Gómez, es la capacidad del sistema familiar de reorganizar sus significados y comportamientos frente al estrés, para recuperar su funcionamiento óptimo y bienestar, equilibrar recursos y necesidades familiares y aprovechar las oportunidades del entorno. A veces con el fin de no contaminar a los otros con el sufrimiento propio (por ejemplo no querer “preocupar” a los demás; considerar que el dolor propio es tan fuerte que puede dañar a los seres queridos), las personas tienden a aislarse de su familia, evitando hablar de sus pensamiento y emociones más íntimos. Si cada mimbro de la familia hace eso, puede llegar a producirse un gran abismo en las relaciones y empeorar el sufrimiento, llegando a un real aislamiento social y emocional. Esto último es un factor de riesgo para la aparición de trastornos de Salud Mental. Las familias resilientes hacen todo lo contrario, no se aíslan, sino que se unen y cooperan entre sí. Las familias que logran salir adelante de forma resiliente son las capaces de adelantarse de alguna forma, a las situaciones de crisis. Por ejemplo a través de conversaciones que analizan situaciones de riesgo y posibles alternativas de solución. De tal forma que cuando éstas se presentan, la familia esté afectivamente preparada para la situación. Es decir, antes de la crisis, hubo conversaciones que se adelantaron a la posibilidad de que algo vaya mal y permitieron prepararse psicológicamente para el impacto.
Otra característica de las familias resilientes, es que poseen fortalezas y desarrollan competencias para proteger y asistir a sus miembros en la recuperación. Se acompañan entre todos, conteniéndose entre ellos, asistiéndose tanto física, económica como emocionalmente. De alguna forma cada uno de sus miembros tiene la oportunidad de permitirse “sentirse mal, cansado”, mientras otros lo sostienen, lo que da tiempo para recuperarse y “turnarse” en todos los roles que hay que ejercer en estos duros momentos.
Cada miembro de la familia confía en que si a uno le flaquean sus fuerzas, habrá otro que pueda sostener la situación mientras tanto. El concepto central es la cooperación, empatía y solidaridad, el sentido de familia, el sentido de grupo que se apoya mutuamente, más que un individuo que trata de salir adelante solo.
Las familias resilientes también se caracterizan porque son capaces de contribuir y beneficiarse de las redes de relaciones de su comunidad. Así por ejemplo, participa de la red escolar de los hijos, y en conjunto con los otros apoderados cooperan para el bienestar en conjunto de la comunidad escolar. También se da en los barrios, con grupos de WhatsApp por ejemplo, que se comparten datos útiles o se organizan para comprar al por mayor, o se entregan recomendaciones por ejemplo para hacer huerta en casa.
Una característica importante es que las familias resilientes le dan un propósito, un sentido a la crisis y al sufrimiento. Buscan desarrollar una visión en común, una perspectiva compartida de las dificultades y de la forma de salir adelante. Esto puede contribuir a la identidad familiar, al sentido de pertenencia, la idea que los que pertenecen a esta familia son fuertes, que la familia es una red que sostiene a todos sus miembros. Una red compuesta por todos en su conjunto, -independiente de la edad, por ejemplo niños pequeños aportan ternura, curiosidad y motivación; adultos mayores aportan inspiración, niños y niñas aportan alegría y energía vital-, donde los vínculos afectivos contribuyen al bienestar de todos y todas, formando lazos de una red que contiene a los participantes. Mejorar los lazos afectivos, la capacidad de comunicarnos -hablar y escuchar desde el corazón con las personas que amamos, es una oportunidad para estrechar los vínculos afectivos y sostenernos en red.
Una red sostiene más que una cuerda.

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